El 19 de septiembre de 1985 es una fecha que permanece grabada en la memoria colectiva de los capitalinos y de todos los mexicanos. A las 7:19 horas de ese fatídico día, un devastador sismo de magnitud 8.1 sacudió la Ciudad de México y otras regiones del país, dejando un saldo trágico de miles de muertos, heridos y desaparecidos. El epicentro del terremoto se localizó en el océano Pacífico, cerca de la desembocadura del río Balsas, en el estado de Michoacán, y afectó severamente el centro, sur y occidente de México.
El impacto del sismo fue inmediato y catastrófico. A medida que la tierra temblaba, edificios emblemáticos y viviendas se derrumbaban, convirtiendo a la capital en una escena de desolación y caos. Entre las edificaciones que colapsaron se encontraban el Hospital Juárez, el Edificio Nuevo León de Tlatelolco, el Centro SCOP, el Hotel Regis y varios edificios de costureras en San Antonio Abad. También sufrieron daños significativos el Multifamiliar Juárez, la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, Televisa Chapultepec 18 y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. El panorama resultante era comparable a una zona de guerra, con calles llenas de escombros, desesperación y un sinfín de historias de pérdida.
La tragedia de 1985 no solo dejó una marca en la infraestructura de la ciudad, sino que también transformó la forma en que México se preparaba y respondía a desastres naturales. A partir de este evento, se establecieron protocolos de prevención y se fortalecieron los sistemas de alerta sísmica. La memoria del sismo continúa siendo un recordatorio de la vulnerabilidad del país ante la constante actividad sísmica, pues México se encuentra situado en la convergencia de cinco placas tectónicas: Caribe, Pacífico, Norteamérica, Rivera y Cocos.
En 2023, México se consolidó como el segundo país con mayor actividad sísmica del mundo, solo detrás de Chile, lo que subraya la relevancia de estar preparados. La conciencia sobre los riesgos sísmicos es más importante que nunca. Las prácticas de prevención, como los simulacros y la educación en primeros auxilios, son esenciales para salvaguardar la vida de la población.
Hoy, al recordar aquel trágico 19 de septiembre, es crucial no solo rendir homenaje a quienes perdieron la vida, sino también comprometernos a seguir aprendiendo y preparándonos para enfrentar futuros sismos con mayor resiliencia y conciencia. La historia del terremoto de 1985 sigue viva en nuestras memorias y nos impulsa a construir un futuro más seguro.