El 11 de marzo de 2020 marcó un antes y un después en la historia reciente, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente al Covid-19 como una pandemia. Esta decisión se tomó ante la rápida propagación del virus SARS-CoV-2 a nivel global y el alarmante aumento de casos y muertes en múltiples países.
Sin embargo, el camino hacia esa declaración ya estaba en marcha. El 30 de enero de 2020, la OMS catalogó el brote como una emergencia de salud pública de importancia internacional, alertando a gobiernos y comunidades sobre el potencial devastador del virus. Detectado por primera vez en diciembre de 2019 en Wuhan, China, el nuevo coronavirus no tardó en cruzar fronteras, llegando a más de 100 países en cuestión de semanas.
Esta crisis sanitaria obligó a implementar medidas sin precedentes: confinamientos, cierre de fronteras y restricciones en la movilidad que literalmente detuvieron al mundo. Las ciudades se vaciaron, las economías se paralizaron y la vida cotidiana se transformó radicalmente. Expertos y responsables sanitarios recuerdan con asombro cómo el confinamiento global salvó millones de vidas, pero también dejó secuelas profundas en la salud mental, la economía y la estructura social.
Cinco años después, la pandemia sigue siendo un hito en nuestra memoria colectiva, un recordatorio de la vulnerabilidad global ante amenazas sanitarias y de la necesidad imperiosa de estar mejor preparados para futuros desafíos. La experiencia del Covid-19 nos enseñó la importancia de la cooperación internacional, la transparencia y la inversión en sistemas de salud robustos, mientras que el confinamiento forzó a repensar modelos de trabajo, consumo y comunicación en un mundo cada vez más interconectado.
Esta nota de interés recoge, a grandes rasgos, la cronología y el impacto de un fenómeno que, en pocos meses, cambió la forma en la que vivimos, trabajamos y nos relacionamos en la era moderna.
