La más reciente producción de Netflix, Emilia Pérez, dirigida por el aclamado cineasta francés Jacques Audiard, ha generado una ola de controversias en México, tanto por su temática como por las decisiones detrás de su producción. Aunque la película ha sido premiada internacionalmente, su representación de la narcocultura y la ausencia de protagonistas mexicanos han despertado un intenso debate.
La historia de Emilia Pérez gira en torno a un ex capo del narcotráfico que, tras someterse a un cambio de género, inicia una organización para localizar a los desaparecidos en México. Esta trama, que mezcla la transformación personal con una narrativa de redención, ha sido señalada como insensible. En un país donde, según cifras oficiales, hay más de 100,000 personas desaparecidas, el enfoque del filme ha sido calificado como superficial.
La controversia se agudizó con las declaraciones del director Jacques Audiard, quien admitió no haber investigado en profundidad la problemática de los desaparecidos en México. “Lo que tenía que entender ya lo sabía un poco”, comentó en una entrevista, lo que muchos interpretaron como una muestra de desinterés hacia una tragedia nacional.
Otro punto que ha encendido la inconformidad del público mexicano es la falta de representación en el elenco principal. La película cuenta con actuaciones destacadas de estrellas internacionales como Zoe Saldaña, quien ganó el Globo de Oro a Mejor Actriz de Reparto por su papel, y Selena Gomez, además de la actriz trans Karla Sofía Gascón, premiada en Cannes. Sin embargo, Adriana Paz, la única actriz mexicana en la producción, tiene un papel menor, lo que ha sido percibido como una exclusión de talento nacional en una historia que aborda temas profundamente arraigados en México
Aunque Emilia Pérez ha cosechado elogios en festivales internacionales y cuenta con un elenco de renombre, su recepción en México pone en evidencia las tensiones entre el enfoque global de una producción y la sensibilidad local de los temas que aborda. Para muchos, el filme refleja una visión foránea que no logra conectar con la realidad mexicana, dejando abierta la pregunta de si el arte debe ser más consciente de las culturas que representa.