Con la temporada de premios en su recta final, llega El Brutalista, una de las nominadas a Mejor Película que, sin duda, promete dejar huella en el panorama cinematográfico actual. Brady Corbet nos invita a adentrarnos en un universo donde la apología a la meritocracia se transforma en un inquietante descenso hacia la deshumanización, encarnada en la desgarradora pregunta: “¿quién te crees que eres?”.
Del elogio a la meritocracia al abismo humano
Lo que en un principio se presenta como una clásica exaltación de la meritocracia se va deshaciendo para revelar la miseria humana en su versión más sórdida y desesperanzadora. Esta evolución temática contrasta radicalmente con la visión espiritual y casi arquitectónica de Tóth, creando un juego de luces y sombras que refleja la complejidad de nuestros tiempos.
Una fantasía cinematográfica a gran escala
Lo realmente notable de El Brutalista es la capacidad de toda la producción para diseñar una fantasía fílmica a gran escala. La película es un bloque magistral de ideas y estilos, en el que se entrelaza el sueño megalómano del cineasta con una crítica social profunda. En sus excesos argumentales se oculta, casi como un grito desesperado, la voz de quienes no tienen acceso al prestigio ni al reconocimiento. Sin duda, esta obra tiene todos los ingredientes para resistir la erosión del tiempo con dignidad, posicionándose como el nuevo gran clásico estadounidense, un “El Padrino” de esta década.
Brady Corbet ha logrado lo que muchos pensaban imposible: crear un film que no solo desafía las convenciones del género, sino que también se erige como un espejo crítico de nuestra sociedad. El Brutalista no es solo una película; es una declaración audaz, una invitación a mirar de frente las sombras del alma humana y a cuestionar los pilares sobre los que se edifica nuestro ideal de éxito. Para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica que combine estética, crítica social y narrativa innovadora, esta obra es, sin duda, un imperdible en la contienda por Mejor Película.