El show de medio tiempo del Super Bowl se convirtió en una obra maestra de arte y provocación, y mientras los equipos tradicionales –los Chiefs y las Águilas– brillaban en el campo, fue Kendrick Lamar quien se consagró como el verdadero ganador de la noche. No solo nos dio misa con su presentación, sino que dejó en claro por qué ha ganado 22 premios Grammy y un Pulitzer. Aquí te contamos todos los detalles de un espectáculo que fue, sin duda, una declaración de principios.
Desde el primer instante, Lamar demostró su determinación de hacer historia, reuniendo un elenco estelar que incluía a SZA, Mustard y, de manera sorprendente, a la tenista profesional Serena Williams y al actor Samuel L. Jackson. Aunque se sabía que Lamar se presentaría junto a SZA, las apariciones inesperadas elevaron aún más la expectación. Jackson abrió el show presentando al rapero, y no solo hizo varias apariciones a lo largo de la noche, sino que lo hizo vistiendo una versión impactante del Tío Sam, esa icónica caricatura que personifica a los Estados Unidos desde el siglo XIX.
La velada adquirió además un tinte político que no pasó desapercibido: en el público se encontraba el presidente Donald Trump, el primer mandatario en asistir a este evento deportivo. Con un historial marcado por controversias y acusaciones de racismo, la presencia de Trump añadió aún más carga simbólica al mensaje que Kendrick transmitía desde el escenario.
El escenario vibraba con la intensidad de una narrativa cuidadosamente construida. Visualmente, el espectáculo fue una sinfonía de colores y formas: triángulos, cuadrados y círculos –inspirados en “Playstation”– se entrelazaban en una escenografía que evocaba la dinámica del poder y la competencia. Los bailarines, vestidos en rojo, blanco y azul, se movían con una precisión coreográfica asombrosa, formando patrones que recordaban la bandera estadounidense y reforzaban el mensaje implícito de la actuación.
Pero no fueron solo los elementos visuales los que dejaron huella. Durante la presentación, Kendrick Lamar se transformó en el portavoz de poderosos mensajes. En un momento clave, lanzó la frase: “la revolución a punto de ser televisada, elegiste el momento adecuado pero el tipo equivocado”, lo que en redes se interpretó como un mensaje directo y contundente para Trump. Con cada verso, Lamar desafiaba las convenciones, dejando en claro que la integridad artística y la crítica social eran parte esencial de su identidad.
El clímax de la noche llegó con “Squabble Up”, un número cargado de furia y determinación. Con una legión de bailarines vestidos de rojo carmesí, Lamar ofreció una interpretación apasionada y desafiante. La respuesta del Tío Sam –personificado por Jackson– no se hizo esperar, calificando la actuación de “demasiado ruidosa, demasiado imprudente, demasiado típica del gueto”. La tensión alcanzó su punto álgido cuando Lamar se preguntó, ante la mirada expectante de millones, si realmente sabía cómo jugar este juego.
Desafiando las convenciones del Super Bowl, Lamar se apartó de los éxitos comerciales para armar un setlist que sorprendió por su profundidad. Temas como “Man at the Garden” y “Luther”, ambas joyas de GNX, se entrelazaron con la inigualable voz aterciopelada de SZA en “All the Stars”, momentos que el Tío Sam parecía aprobar. Sin embargo, el verdadero giro llegó con “Not Like Us”.
Con los primeros acordes de “Not Like Us”, la multitud contuvo el aliento. Tras la polémica suscitada por el tema “First Person Shooter” –lanzado por Drake junto a J. Cole, en el que se insinuaba la inferioridad de Lamar– el rapero no dudó en responder. A pocos instantes de que la canción se convirtiera en un hitazo, y luego de que Drake intentara demandar a Universal Music Group por supuesta difamación, Lamar se dirigió a la cámara con aire desafiante y declaró:
“Quiero tocar su canción favorita, pero ya sabes que les encanta demandar”.
Con esta flecha verbal, Kendrick lanzó una indirecta que avivó aún más la tensión entre él y su eterno rival.
La noche no habría sido completa sin otra sorpresa: Serena Williams, cuya aparición ya había generado rumores incluso sobre una antigua relación con Drake, irrumpió en el escenario. Lejos de limitarse a un cameo, la tenista se unió al espectáculo bailando el Crip Walk, un icónico paso de baile que representa a la pandilla Crips de Compton, California –cuna de la identidad de Lamar–, sumando un toque de rebeldía y autenticidad al conjunto.
En redes sociales, los usuarios enloquecieron ante la audacia y el mensaje crudo del show. Muchos afirmaron que Kendrick Lamar se había ganado un lugar histórico al convertirse en el primer rapero solista en presentarse en el Super Bowl, dictando las reglas del juego y hablando el idioma de la verdad con mensajes poderosos y directos.
Este espectáculo, repleto de sorpresas, críticas veladas y momentos inolvidables, no fue solo un show de medio tiempo, sino una declaración de principios. Con una puesta en escena imponente y una ejecución impecable, Kendrick Lamar dejó claro que, mientras el juego tenga sus reglas, él siempre encontrará la manera de jugarlo a su manera –y, en esta ocasión, se coronó como el verdadero campeón del Super Bowl.